lunes, 22 de agosto de 2016

Su manera, más ridícula, de bailar.

Estuve pensando en lo que vendría después de años de haberla conocido. De habernos mirado frente a frente hasta los huesos, hasta que el alma no tuviera un espacio de sombra. Hasta haber perdido el sentido de vernos unos minutos. Sin tener una lógica razón, llegó. Llegó desde un punto que no podíamos ver en nuestro espacio cuadrado que se iba haciendo triángulo y parecía aplastarnos a los dos que estábamos pensando que el centro era el mejor lugar.

No pude encontrar mejor silueta de la que me brindaba la noche para verla desde el otro lado, fuera de mí, desde el lado que aún no conocía. Ese que se llevaba sus risas incontrolables con mucha mayor frecuencia, sus bailes espontáneos llenos de fuerza, de sensualidad reprimida, y momentos gloriosos que también aparecían como un tanto desconocido.


Habíamos creado un pequeño temor a ser aceptados en nuestra más ridícula manera de bailar, y en la más sensual. Hubo algo que me hizo verla con la ternura y pasividad que siempre ha merecido. Hubo un momento del que nunca había sido partícipe; de su pequeño momento de ser solo ella. Ese momento que cada uno guarda para muy dentro de nosotros mismos. Tuve la sensación de haber visto un poco, sólo la más pequeña de todo lo que ella guardaba. La vi saltar como si no hubiese gravedad. Cantar como si el concierto estuviese a pocos centímetros de nuestros ojos y reír y saltar una vez más.  Así he podido darme cuenta que aún con lo que la conozco no me basta. Qué nunca terminaré porque siempre irá creando nuevas cosas para que yo las pueda descubrir, y que cada vez que lo descubra me enamorará una vez más con su forma de personarse ante mis sentidos. 

1 comentario:

  1. Es que es esa dimensión de aquellas partículas de ese otro tan especial que de a momentos, evanescentes, se hacen presentes para robarnos la más sincera de las sonrisas y así...volver a re-enamorarnos. ¡Bellezas de palabras!

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