Aún recuerdo ese instante. Te miré a los ojos sin espera de
nada. Entonces, me miraste también y me preguntaste. ¿Comerás esas papas? Luego sonreímos. Asumí que debía hacerte feliz cada día que me quedase de vida,
para sorpresa mía era tiempo de partir. Sólo hubo tiempo para guardar ese momento muy al fondo de mi
corazón como el mar guarda sus recuerdos en el muy hondo.
Te buscaba sin tanto mérito. Me dijiste espérame y así lo hice. Las
papas no me devolvieron la vida aunque esperaba que así lo hiciese. Pero la casualidad no era suerte,
era puro instinto. Tuyo y mío. Sabía que seguirte y seguirte por mucho tiempo
no haría que voltees, lo sabía pero aun así quise engañarme y esperar qué
sientas mi instinto detrás del tuyo una vez más. Que aceptes mis papas fritas y
las comas mirándome.