De repente dejó la voz delegada la cara redonda, dejó de jugar con sus muñecos. Nos dejó en claro que nos preocupáramos de nuestros quehaceres y lo dejáramos enrolado en su vida nueva, en su visión de juventud. Que en su camino no había espacio para todos nosotros.
Supongo que también piensa en la vida y en lo que significa tener que vivir una. Dejamos de hablar a cada día y las palabras se convirtieron en letras en un papel. En cartas de no más de 5 líneas. Hasta que las letras se convirtieron ausencia. Esperaba al menos unas 5 líneas.
Nunca entendí cuando dejamos de ser quienes éramos para convertirnos en lo que queríamos ser por separado. Hasta qué las letras y postales se convirtieron en una última llamada, y con eso, sólo visitas, sólo flores.
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